viernes, 15 de noviembre de 2013

Y punto pelota


El aficionado al fútbol de a pie está en plena metamorfosis, pero a la inversa. Cada día que pasa somos más capullos. Nos vamos aislando poco a poco en una esfera cuyo cristal está empapelado con portadas sensacionalistas e informaciones banales disfrazadas de exclusivas mundiales. Un día, y otro, y otro. Es la dictadura mediática. Un callejón con dos únicas salidas en forma de interrogante. ¿A quién quieres más, a papá o a mamá? Donde el padre va vestido de azulgrana y la madre de merengue. No hay más alternativas, y ahí es donde reside su poder. Han tenido la habilidad de reducir de forma drástica el espectro de debate dotando ese preciso debate de una agresividad nunca vista antes, excesiva. 
Gran parte de culpa de mi afición al fútbol reside en aquellas tardes en las que mi padre me bajaba al bar de abajo a ver el partido, sentado en la mesa con mi Coca-Cola en la mano y mi cuello estirándose cual jirafa para poder sortear los cabezones sentados en la barra que me tapaban la televisión. Aún hoy me sorprendo de la capacidad de concentración que tenía para centrarme exclusivamente en lo que ocurría en el terreno de juego y conseguir ignorar -bien porque no entendía las discusiones o bien porque no me importaban lo más mínimo- las acaloradas conversaciones que mantenían los allí presentes. Yo iba a lo mio, a ver el fútbol, a cantar los goles y disfrutar de mi equipo. 
Hace un par de semanas volví a bajar al bar con mi padre. Con mi Coca-Cola en la mano y el Almería-Valencia a punto de empezar en la televisión. Los únicos cambios eran que esta vez yo me sentaba en la barra y no tenía cabezones delante, y que como iba a comprobar a continuación, mi capacidad de concentración ya no es la que era con siete añitos. Esta vez no podía ignorar las discusiones de los presentes.
El árbitro acababa de señalar el comienzo del partido mientras un hombre hacía acto de presencia en el bar totalmente uniformado con el chándal del Real Madrid, impoluto vaya. La primera frase que nos dedicó a los allí presentes fue un: "¿Quién juega ahora?¿El Valencia? Si esos no saben jugar a fútbol". Todo esto mientras exhibía una sonrisa burlona. Os mentiría si os dijera que me sorprendió, así que opté por ignorarle, pero alguien en la barra pensaba de forma diferente y le espetó un: "Fútbol es lo que hizo el Barça el otro día en el clásico, menudo baño". Giré la cabeza y lo primero que me llamó la atención fue el escudo culé en la esfera de su reloj. Todo en orden. En apenas medio minuto, uno le recriminaba al otro que no le pitaron penalti a Cristiano, que si el de Cesc era más claro, que el árbitro era madridista, que si no querían ver la realidad.
No habían pasado cinco minutos de partido y el Barcelona-Real Madrid ya era el principal tema de debate. Empezaron por el clásico y acabaron hablando de Isco, Özil, Ancelotti, Messi, el Tata y todo el universo bipartidista que rodea su particular universo, y que al parecer también cegaba al resto de personas que se suponía que habían ido a ver jugar al Valencia, pero oye, ni caso a la tele, se ve que el debate era más interesante. Noventa minutos de gritos, como si la vida les fuera en ello, defendiendo a quién le tenían que dar el balón de oro. Y por si fuera poco, termina el partido -que por cierto perdimos- y deciden opinar y afirmar: "si es que juegan muy mal, el Djukic este no tiene ni puta idea de entrenar". ¿En serio? ¿Que capacidad de opinión o de síntesis puedes tener de un partido que no has visto? ¿Con qué conocimiento de causa te atreves a juzgar el juego de cualquier equipo cuando te has tirado media parte defendiendo que Cristiano salta más? 
Me fui indignado y cabizbajo a casa. El equipo había perdido y además había tenido que aguantar hora y media un debate sin sentido ninguno y que poco tenía que ver con el fútbol, aunque los que estuvieran hablando se las dieran de expertos en la materia. Miré usted, decir que Casillas es un topo no es hablar de fútbol. Es hablar de lo que los medios nacionales te venden como fútbol. Los mismos medios nacionales que adulteran la competición a base de talonario matando todo debate puramente futbolístico.
Me niego a rendirme a la evidencia, me niego a plantar mi rodilla ante el fútbol moderno, ni quiero, ni puedo. Y si algo puedo hacer desde mi humilde posición es escribir esta entrada y utilizarla para arrancar portadas sensacionalistas y informaciones banales disfrazadas de exclusivas mundiales y dejar un pequeño hueco para volver a prestar atención al fútbol, al juego, a la pelota, a la táctica. Porque cuando cumpla unos cuantos años más me gustaría llevar a mi hijo al bar de abajo, comprarle una Coca-Cola y que disfrute del fútbol como yo lo hice, y que cuando tenga edad para sentarse en la barra a mi lado pueda escuchar opiniones críticas, fundamentadas y basadas en en balón que hay sobre el terreno de juego, y punto pelota, no se si me entendéis.