El Destino cogió su folio, acarició suavemente su pluma, y se dispuso a
escribir otro precioso relato que sin duda quedaría para la memoria de los
miles y miles de seguidores que presenciarían el partido. El escritor se
preparó con todo el tiempo del mundo, imaginando mentalmente cada uno de los
recovecos del estadio donde se disputaría el encuentro, estudió minuciosamente
los alfiles del juego averiguando sus debilidades y fortalezas físicas, decidió
dejar participar el azar en su perfecto relato, creando esa dulce incertidumbre
que mantendría en vilo al mundo entero.
Cuando por fin se decidió a resbalar la punta de su pluma sobre el folio,
un brusco empujón inesperado hizo que su tintero se derramara, cubriendo de un
negro azulado todo el papel, dando comienzo así a un relato oscuro e injusto
dominado por los intereses más negros.
Y es que cuando el Destino cogió su folio, imaginaba un encuentro justo,
disputado, donde los pequeños detalles pasarían a tener un papel fundamental, y
marcarían la diferencia que supondría que la balanza se inclinara hacía un
bando u otro.
Pero como todos sabemos, eso no ocurrió así.
Quejas, lloros, pullas y declaraciones mal intencionadas hacía los jueces
del juego por parte de uno de los dos bandos, inclinaban la balanza hacía su
favor, incomodaban al Destino y lo condicionaban de cara al relato final que
disfrutaría la humanidad.
Cuando el tintero se derramó, Destino se rindió, y decidió dejar a la
voluntad humana el transcurso del encuentro, confiando en la buena fe de los
jueces del juego, creyendo en su imparcialidad y profesionalidad.
Pero como todos sabemos, eso no ocurrió así.
Un "error" tras otro inclinaban aún más la balanza hacía el bando
blanco, una balanza que contemplaba boquiabierto el equipo contrario, con la
sensación inconfundible de impotencia que produce observar como factores ajenos
condicionaban el encuentro, alejando el objetivo cada vez más, incrementando la
rabia, el enfado, hasta el punto en que la duda se podía palpar en sus pupilas.
La duda ante la profesionalidad, ante la imparcialidad que en teoría esos
jueces debían de tener. Los errores arbitrales seguían sucediéndose uno tras
otro, y la duda se tornó certeza. Y el relató acabó viciado, adulterado sin la
supervisión del Destino, que veía como la obra maestra a la que tanto y tanto
tiempo había dedicado, se convertía en un inmundo borrón en su cuaderno.
Cuando Destino se giró a descubrir el culpable del empujón propinado, pudo
observar dos grandes sombras negras, que se alzaban majestuosas ante él
alimentadas por el sentimiento de las personas de su relato. También llegó a
contemplar dos pequeñas luces casi imperceptibles en una esquina de su salón,
languideciendo a marchas forzadas, al mismo ritmo que el encuentro llegaba a su
final.
El egoísmo y la codicia mantenían presas al honor y la verdad,
mientras que el Destino fruncía su ceño y golpeando la mesa con su robusto
puño, prometía cambiar el final de esa historia, prometía volver a apresar el
egoísmo y la codicia, prometía volver a ser deslumbrado por las luces del honor
y la verdad, prometía Venganza.
Y así, una pequeña esquina del folio quedó sin cubrir por la negra tinta,
que con su blancor plantaba cara a la oscuridad y le dejaba claro que ese aún
no era su final.
Esta es la primera parte de la trilogía ante el Real Madrid, espero y deseo
que os guste el relato, que os agrade este enfoque épico y fantástico. Pero lo
que no cambiará nunca será la frase final con la que cierro todos y cada uno de
mis artículos.
Venguemos a la verdad y el honor, escribamos un final feliz, y ganemos al
Real Madrid este domingo en Mestalla
Amunt València!
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