domingo, 2 de diciembre de 2012

Arde Mestalla

"Que arda Troya", esa fue la frase que los griegos gritaron al traspasar los hasta entonces infranqueables muros de la ciudad. Una ciudad que ganaba todas y cada una de sus batallas en su territorio, con épicos guerreros que estaban dispuestos a luchar hasta la muerte para honrar a su pueblo, que hacían la barrera aún más grande e imposible de superar.
Es curioso como la Ilíada de Homero me recuerda tanto a la historia que vi con mis propios ojos ayer en Mestalla.
No podía haber empezado mejor el partido para el equipo ché, Bernat recogía un magnífico pase de Gago desde el centro del campo, para que el canterano dejara con un preciso centro raso el balón a Soldado, que tan solo tuvo que empujar el balón dentro de las mallas.
La Real Sociedad se presentaba como el equipo al que había que ganar para la reconciliación con Mestalla, y el gol tempranero hizo que los ánimos se calmasen un poco, que los jugadores se vieran ya con el triunfo de un partido que sólo acababa de empezar. Ese fue nuestro particular caballo de Troya, un exceso de confianza ante el enemigo, creer que algo está ganado cuando aún no ha terminado. La Real Sociedad empezó a crear juego, el centro del campo valencianista, formado por Gago-Banega era incapaz de hacer una sola jugada de peligro, se estaba repitiendo la imagen de la pasada semana en tierras malacitanas. Los txurriurdines llegaban con peligro al área contraria, se plantaron hasta dos veces a solas ante un Diego Alves que veía como su retaguardia no era capaz de anticiparse a la jugadas de peligro contrarias, que la gran mayoría de veces eran propiciadas por los errores del centro del campo. Los primeros pitidos en la grada aparecían. Se acercaba el final de la primera parte, y Jonas se autoexpulsó, y ya son muchas las acciones de este tipo en las que el VCF se queda con uno menos antes del pitido final. Desquiciado por la falta de juego y de oportunidades, es la única razón que se me pasa por la cabeza al ver el codazo que el jugador brasileño propinó al adversario en una jugada totalmente banal para el devenir del encuentro. Tres minutos después, Alves veía como De La Bella le rompía la cintura para poner el empate a uno al encuentro. Las puertas de Mestalla, ese fuerte inexpugnable para tropas alemanas y colchoneras, se abrían ante los ojos de los soldados vascos, que veían como su caballo de Troya empezaba a tener éxito. Y llegó el descanso, la calma, esa silencio tenso antes de las grandes tormentas, poca gente esperaba lo que estaba a punto de pasar sobre ese césped.
Dio comienzo la segunda parte y los guerreros troyanos, perdón, el VCF salió con algo más de ganas al terreno de juego, impetú que solo quedo reflejado los dos primeros minutos y a través de un inocente disparo de Roberto Soldado al lateral de la portería. La Real volvía a hacerse con el centro del campo ante un equipo ché totalmente inoperativo, que veía como sus jugadas se veían traducidas en pérdidas de balon y balones largos que no encontraban destinatario. Una jugada a balón parado rematada por Mikel en el min.56, y que significaba el 1-2 en el partido, fue la llama que daría comienzo al espectacular incendio de Mestalla. El equipo seguía sin reaccionar, y después de un conato de chut de Fernando Gago, el portero blanquiazul enviaba un balón largo a su delantero que con solo un toque dejó el balón en los pies de su compañero para que, volviendo a regatear a Diego Alves, culminará el contraataque con un gol que suponía el tercero de la noche y que propagaba las llamas por todo el estadio. La mitad de la afición enfilaba el camino de salida del estadio, mientras la otra mitad enarbolaba sus pañuelos blancos al aire, acompañados por ensordecedores pitos que inundaban Mestalla, al son del "Fuera, fuera, fuera" que otra parte de la afición gritaba. Mientras tanto, la Curva Nord, la grada de animación, se encaraba con todo el estadio recriminándoles su actitud, ganándose la pitada generalizada en señal de protesta. La tensión se podía cortar, pero el partido aún no había terminado. Los muros de Troya ya estaban derrocados, pero la batalla aún no había terminado, y menos aún, cuando nuestro ariete consiguió recortar distancias tras un pase de Feghouli al centro del área que de nuevo Soldado empujó a la red. La afición podía soñar con un final mejor, con la salida del arco iris después de la tromba de agua. Poco duró ese rayo de esperanza cuando en otra jugada esperpéntica, la Real pusó el dos a cuatro y chafó todo intento de épica valencianista. Los soldados griegos se paseaban por Troya arrasando y quemando todo lo que veían a su alrededor, fiel reflejo del fuego que todos y cada uno de los aficionados que aguantábamos el chaparrón en Mestalla llevábamos en ese momento en nuestro interior, y que nos mantenía de pie en nuestros asientos pidiendo la dimisión de Llorente, pidiendo implicación a los jugadores, pidiendo que el equipo se comportase a la altura de lo que significa ser el Valencia Club de Fútbol.
La Curva Nord acabó uniéndose al clamor popular, y reconciliándose con la afición, pidiendo a gritos a los jugadores el sentimiento que ellos ponían en la grada en cada partido. El quinto gol del equipo vasco llegó de penalti en el min 91' , y dio paso al final del partido, al final de la batalla perdida.
Una sonora pañolada acompañaba a los jugadores hacía a los vestuarios, y a la salida del terreno de juego, en los aledaños de Mestalla resonaban los cánticos de la afición, mostrando el disgusto que todos sentíamos, avergonzados del pésimo espectáculo que esa noche habíamos presenciado en el estadio. Las murallas de Troya no solo habían caído, si no que toda la ciudad estaba envuelta en las llamas de la derrota, y ya nada podía pararlo. Después del partido en Málaga, después de la convulsa situación económica que atraviesa el club y al puesta en duda de la gestión de Llorente al frente del club, después de la imagen que nuestro club estaba arrastrando por toda España, el fuego se reflejó en una bengala lanzada hacía la zona VIP del estadio de Mestalla por donde debían salir los jugadores. La Policía Nacional tuvo que intervenir para dispersar a los aficionados y terminar así con los disturbios de una noche negra para todo el valencianismo.
Y como en toda derrota, hay consecuencias, y esta vez se plasmaron en una reunión de urgencia entre LLorente y Braulio, que terminaron por determinar en rueda de prensa la destitución de Mauricio Pellegrino.
Se puede analizar de diversas formas, se puede interpretar, como el propio Flaco ha declarado, que es una decisión tomada en caliente, o que por el contrario es una decisión premeditada antes de la deblacle de anoche, pero lo que no se puede negar es que algo falla en este equipo. La falta de carácter, de ganas y de ambición fue lo que la gente pitaba en el campo. Los jugadores no pueden motivarse un partido si, y dos no. Puede ser su culpa, o de Pellegrino, pero algo había que hacer. Espero por el bien de todo el valencianismo que el sustituto del técnico argentino sea una persona con carácter y disciplina que sepa infundir al equipo su mano dura, que sepa enderezar a las supuestas estrellas de las que dispone nuestro club, y que sea capaz de hacer sacar a sus pupilos al césped a comérselo, pero todos y cada uno de los partidos.

Troya finalmente ha caído, pero todos sabemos que aquella batalla fue solo un mito en la imaginación de un gran escritor. Ahora toca enfrentarse a la cruda realidad y reaccionar ante una situación complicada mientras estemos a tiempo. Ahora más que nunca, Amunt València!


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